En el corazón de Königsburg,
escondida entre los canales empedrados y los edificios que han ido creciendo a
lo alto, se alza la majestuosa Biblioteca Real. Su fachada, desgastada por
siglos de tormentas y nieves, parece susurrar secretos a quienes se atreven a
cruzar su umbral.
Al final de la vía mayor, la
nombrada como Calle de la unificación, encontramos un enorme edificio coronado
por lujosos ventanales acristalados que permiten el paso de la luz… una gruesa
puerta de roble escoltada por una estatua del Rey Ragnar en actitud de combate
nos ofrece entrada al templo del conocimiento.
A ambos lados numerosas posadas y
hospederías han proliferado, para dar pernocta y alimento a los eruditos que
destinados largas temporadas al estudio han encontrado en la Biblioteca Real un
magnífico asentamiento para desarrollar sus estudios.
En su centro preside la Sala Real,
una cámara de grandes dimensiones, una biblioteca que reorganiza su contenido a
través de eruditos funcionarios cuyo estipendio paga la corona. Algunos han
hallado manuscritos perdidos de civilizaciones desaparecidas; otros, relatos de
futuros que jamás ocurrieron.
Dicen que no es solo un depósito
de libros, sino un laberinto vivo que crece y se expande según los misterios
que aloja.
Los estantes, de madera bruñida,
se elevan como centinelas del conocimiento, entrelazándose con luces titilantes
que provienen de lámparas.
Es allí que estudiosos de
distintas partes del Reino e incluso sabios e historiadores de otros reinos
consultan sus valiosos textos para dar cabida a sus formaciones o su inquietud
por el saber.
Comentarios
Publicar un comentario