En el extremo septentrional de
Akylonia, donde los mapas se arrugan por el frío y los vientos muerden como
lobos hambrientos, se alza MonteInferno, la cúspide pétrea del mundo.
Sus laderas negras se yerguen
sobre todas las demás montañas de Elrhün, como si desafiaran a los cielos
mismos a derribarla. Nadie recuerda haber visto jamás su cima desnublada; un
torbellino perpetuo de nieve y ceniza la envuelve desde la Noche de los Tiempos,
cuando los primeros sabios tallaron runas en las piedras para advertir que allí
dormía algo que no era de este mundo.
A pesar de los gélidos vientos
del Norte, que congelan el aliento y quiebran las ramas milenarias de los pinos
tundrianos, se dice que bajo la roca helada late un corazón ardiente.
El volcán, silencioso desde eras incontables,
conserva una tibieza imposible, una lenta respiración de fuego que jamás se
extingue.
Los que se han atrevido a
acercarse hasta sus faldas cuentan que, en ciertos atardeceres, la montaña
exhala un susurro profundo, como el gruñido de un gigante encadenado en la
oscuridad.
Según las Crónicas del Nemeth,
MonteInferno es más que una montaña, es la bisagra del destino.
Los antiguos nemethianos,
profetas cuyas palabras aún se estudian con reverencia y temor, aseguraron que
en las entrañas del coloso se oculta un portal interior, una puerta forjada
antes del origen de la memoria, antes incluso de los Dioses Errantes.
Detrás de ese umbral reside la
Legión Infernal, un ejército de demonios ansiosos por invadir la tierra, y su
señor Sthauron que junto a Krathor, el Semidiós del Yunque Carmesí, aquel que
moldeó su cuerpo en el crisol de una estrella moribunda.
Las crónicas advierten que cuando
llegue el Apocalipsis de Moor, cuando la luna roja caiga por tercera vez y el
velo entre mundos se adelgace como el cristal al fuego, MonteInferno
despertará. La tierra temblará bajo su furia, su cima estallará en llamas, y el
portal se abrirá con un rugido capaz de quebrar la cordillera entera. La Legión
Infernal marchará sobre Elrhün, y Krathor mismo ascenderá entre brasas para
reclamar aquello que una vez le fue negado el dominio absoluto sobre Akylonia.
MonteInferno permanece en
silencio, titán dormido, santuario prohibido, herida ardiente del mundo…en su
interior, tras un muro de roca y fuego que el tiempo no ha logrado quebrar,
Krathor escucha…y espera.
Hasta su cumbre ascendió desde el mismo corazón de la gigantesca montaña Sthauron - Príncipe del Sétimo Infierno y Señor absoluto de las hordas infernales... alzó su báculo de la ira y el cielo estalló en rayos que rasgaron las nubes enmudeciendo cualquier otro sonido
Con el temible poder de un monarca del averno alzó sus manos y brotaron llamas de ira y dolor que inflamaron el mismísimo cielo e invocaron a la luna de fuego ... ardió el cielo y se escondieron las estrellas...
La cumbre de MonteInferno estalló en llamas y el cielo se iluminó de un rojo intenso ...
Y como era de esperar bajo la atenta presencia de la luna de fuego la lava empezó a derramarse por la escarpada montaña ...
MonteInferno había despertado y el interior de la tierra crujía con dolor y desesperación...la madre naturaleza se retorcía ante las grietas de fuego que desgarraban su esencia terrenal...
Desde el templo de los arcanos percibieron la profunda convulsión que había desequilibrado la balanza entre el bien y el mal de los hombres... la delicada equidad que Azhrael mantuvo entre luz y oscuridad ahora se veía quebrada por un mal mayor...mucho más antiguo que los propios hombres ...
Infructíferamente buscaron en los textos de antiguos grimorios...
No hallando referencias más allá de las crónicas del Nemeth ... aquellas que predecían la fin de los tiempos ...
Los arcanos conjuraron sus más poderosos sortilegios y hechizos ... los alquimistas prepararon sus más poderosas pócimas y elixires
Ashantor ... Gran maestre de la Sagrada Orden de los Arcanos incluso consultó las prohibidas esferas palantir ...
... revelaron lo que más temía ...
Sthauron ... príncipe del Sétimo infierno ... Señor de la Ira de y de los demonios de la guerra ... clamaba por emerger...
No nació ni fue creado. Surgió cuando la primera alma maldita gritó su odio a los cielos. Allí, en el vórtice primigenio de rabia sin nombre, una sombra abrió los ojos por primera vez. Desde entonces, Sthauron no ha dormido. No necesita descanso. Cada grito de dolor, cada guerra sin sentido, cada alma desgarrada alimenta su esencia.








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