Arcanos de Gröholm: El descenso de Asthar

 

El Sumo maestre del templo de los arcanos sabía que para luchar contra Azhrael era necesario pedir ayuda a los Asthar ... Seres elementales que dominaban la luz y equilibraban la balanza con las tinieblas ...para ello se adentró en el bosque prohibido de los antiguos hasta el lugar donde se erige el árbol de la vida ...aquel que nació antes que los hombres, testigo silencioso de las civilizaciones ...




 

Se sumergió en las cristalinas aguas del manantial de shalmanak ... Aquel que nutría las raíces de Dios árbol...de los cielos descendió una majestuosa águila...




 

Durante largo tiempo el águila habló con Ashantor... El ave mensajera de los elementales de la luz escuchó sus súplicas ... Accediendo a transmitirlas a los seres superiores de luz... Quizá el Playmundo podría tener un halo de esperanza ...




 

 

En la Tercera Edad de la Tierra, cuando la balanza del cosmos se inclinaba hacia la oscuridad, las súplicas del Gran Arcano Ashantor rasgaron los velos del firmamento. Su clamor resonó en los planos celestiales, alcanzando el fulgor eterno de los Asthar, los guerreros guardianes de la llama del equilibrio.

Desde los reinos de luz descendió un ser de resplandor puro, un Asthar forjado en el núcleo de las estrellas primigenias. Su esencia vibraba con la fuerza del orden cósmico, su llegada anunciada por un relámpago dorado que partió los cielos.







Su destino era enfrentarse a Azhrael, el Dios de las Sombras, en combate singular ... cuyo poder consumía el mundo en un abismo sin fin. A su lado, el todopoderoso Arkharion, el dragón de la noche eterna, desplegaba sus alas para sumir la creación en un letargo de olvido.





El choque fue inevitable. Luz y sombra se encontraron en una batalla que sacudió los cimientos de la existencia. El Asthar, con su fulgor incandescente, invocó la llama del equilibrio, tejiendo un resplandor que desgarró la oscuridad. Pero Azhrael no cedería con facilidad, y su bestia alada rugió con la furia de mil tormentas.





La lucha se convirtió en leyenda, un eco grabado en la esencia del tiempo. Pues, aunque la sombra se alzaba con ferocidad, la luz nunca se extinguía del todo. 




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